☁️ Cuando el cielo se pone chulo
En el siglo IX, las procesiones eran algo sagrado… y logísticamente complicadas. Gente rezando, incienso, cantos, un Papa y su séquito desfilando bajo el cielo azul… hasta que una nube con malas intenciones decidió interrumpirlo todo con una tormenta bíblica.
¿El resultado?
- Mantos mojados.
- Carrozas arrastradas por el barro.
- Un Papa empapado y muy poco zen.
✝️ Y entonces ocurrió lo impensable
El Papa (probablemente Esteban VI, aunque hay debate) se volvió hacia el cielo, levantó la mano… y excomulgó la tormenta.
Sí. Con todas las letras. Un acto formal. Litúrgico. Serio.
“Te excomulgo, nube infame, por atentar contra los designios del Altísimo y esta procesión tan mona que teníamos montada.”
⚡️ Castigar al clima: una moda papal
Y no fue un hecho aislado.
Durante siglos, obispos y Papas amenazaban con excomulgar tormentas, rayos, langostas y hasta volcanes si se ponían farrucos. Era el modo eclesiástico de decir:
“¿Tú quién te crees que eres, naturaleza?”
Algunas iglesias incluso tocaban las campanas para asustar a las nubes. Y si eso no bastaba: procesión inversa + sal gorda + ira santa.
🤯 ¿Por qué lo hacían?
En una época donde la ciencia meteorológica sonaba a herejía, todo lo inexplicable era espiritual. Si llovía, era culpa de los pecadores. Si salía el sol, Dios estaba de buen humor.
Así que castigar al cielo no era locura. Era protocolo celestial.
📌 Dato para contar en una cena (o arruinarla):
“¿Sabías que en el siglo IX el Papa excomulgó una tormenta porque arruinó su desfile? Así estaba la fe de seria.”
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