Bienvenidos, cerebros privilegiados del Club Curioso.
Hoy os traemos una historia donde la industria del entretenimiento para adultos, ese elefante en la habitación cubierto de cinta magnética, decidió el futuro de cómo veíamos películas en casa. Y no, no estamos exagerando. El porno salvó el VHS.
🎬 Capítulo 1: La batalla por el salón
A mediados de los 70, dos formatos se pelearon por el trono del entretenimiento doméstico:
Betamax (Sony): calidad superior, grabaciones más cortas.
VHS (JVC): peor calidad, grabaciones más largas.
Sony estaba tan orgullosa de su creación que básicamente dijo: “esto es arte, no basura”. Así que impuso restricciones para que su tecnología no fuera usada para contenido adulto.
Spoiler: nadie gana una guerra ignorando a la industria que mueve más dinero que Marvel, la NFL y las farmacias juntas.
💸 Capítulo 2: VHS dijo “todo vale”
Mientras Sony se aferraba a la moral y la calidad, JVC abrió la puerta: “¿Quieres grabar películas con poca ropa y argumento cuestionable? Bienvenido a VHS.”
Los videoclubs se llenaron de cintas VHS. ¿La razón? Tenían más títulos, más variedad… y sí, más contenido subido de tono.
Para 1987, el 75% del mercado casero era VHS.
Y no porque la gente quisiera ver Ciudadano Kane en peor resolución, precisamente.
⚰️ Capítulo 3: El Betamax muere, pero se lleva su dignidad
Sony tardó años en rendirse, e incluso cuando empezó a distribuir cine para adultos, ya era demasiado tarde. El VHS estaba en todas partes. Incluso tu abuela tenía uno (y seguro que solo grababa la misa, claro).
Conclusión:
En la guerra de formatos, no gana el más virtuoso.
Gana el que entiende lo que la gente realmente quiere ver cuando nadie los está mirando.